El genoma humano de hoy se manifiesta en su totalidad siempre y cuando se encuentre expuesto a las moléculas correctas, aquellas que son coherentes con nuestro diseño evolutivo. En contraste, cuando el genoma humano se expone al entorno molecular incorrecto, como la dieta repleta de carbohidratos combinada con el sedentarismo, la expresión del genoma resulta en enfermedades degenerativas que se convierten en la nueva norma biológica de la era posindustrial.

Desde el punto de vista antropológico, los alimentos que vamos a mencionar han sido preparados y consumidos de manera específica durante muchas generaciones.

Estos alimentos han ayudado a los humanos a mantener su fuerza física, salud mental y capacidad reproductiva durante miles de años, lo que demuestra que han superado la prueba del tiempo.

Una idea clave para una buena nutrición es que los primeros humanos y sus ancestros preferían comer órganos frescos de los animales, a menudo crudos, en lugar de carne muscular.

Los pueblos del Ártico creen que para mantenerse fuertes y saludables, las personas deben comer las partes más nutritivas del animal, como el hígado, el cerebro, la médula ósea, los riñones y las mollejas.

Nota: Los tejidos de algunos órganos, especialmente cuando no están excesivamente cocinados, contienen concentraciones mucho más altas de vitaminas en comparación con el tejido muscular (como el lomo, la paleta, las costillas y la pechuga) de diferentes animales, que tienen una gran demanda comercial.

El riñón, por su parte, tiene un perfil de nutrientes similar al del hígado, destacándose como una fuente aún mejor de colina (400 mg por cada 100 g). Además, es abundante en selenio, un mineral indispensable para la enzima antioxidante glutatión peroxidasa, la cual es fundamental en el control del estrés oxidativo causado por radicales libres.

El consumo de corazón proporciona cantidades sustanciales de coenzima Q10, un factor molecular crucial para la respiración celular, especialmente importante para la función cardiaca y la circulación. Aunque pueda parecer obvio, es relevante mencionar que los órganos animales contienen los mismos nutrientes y metabolitos que utilizan nuestros propios órganos.

Las mollejas, que son en realidad el timo del animal, son el lugar donde maduran los linfocitos T, un tipo de célula importante para el sistema inmunológico. Además, las mollejas son una de las fuentes más ricas en ácido ascórbico (vitamina C) en los animales. Solo 100 gramos de mollejas contienen la mitad de la dosis diaria recomendada de vitamina C.

Los sesos tienen una alta cantidad de ácidos grasos de gran valor nutricional.

Dependiendo de la especie, casi un 20% de la grasa total del cerebro está compuesta por omega-3 DHA (Ácido docosahexaenoico).

Aunque contienen relativamente menos omega-3 que el salmón, con unos 600 mg de DHA por porción, los sesos superan con creces el contenido de ácidos grasos esenciales en comparación con la carne magra del mismo animal.

Esto se aplica tanto a animales terrestres como marinos.

En cuanto a los minerales, especialmente el calcio, es necesario asegurarse de obtenerlos de otros alimentos.

El calcio se encuentra abundantemente en las espinas comestibles de peces pequeños como las sardinas, o en los huesos blandos de aves y conejos, así como en animales como anguilas y ranas cuando se cocinan a presión. También se puede obtener de alimentos similares como la médula ósea.

El pescado contiene algo de magnesio, pero alguna de las fuentes más ricas son el cacao, el aguacate, las nueces y las legumbres.

La yema de huevo es un ejemplo perfecto de alta densidad nutricional.

Sus vitaminas son esenciales para las reacciones de metilación en el cuerpo.

El huevo contiene un componente crucial de las membranas celulares llamado fosfatidilcolina, que también es necesaria para exportar grasa fuera del hígado.

Estudios en ratones han demostrado que aquellos que no generaron fosfatidilcolina desarrollaron esteatosis hepática (acumulación de grasa en el hígado).

La yema de huevo contiene 350 mg de colina por cada 100 g.

Es hora de redescubrir el poder nutritivo de los órganos animales y comprender cómo pueden transformar nuestra salud y bienestar.

Estos alimentos ancestrales no solo han sido fundamentales para la supervivencia y prosperidad de nuestros antepasados, sino que también pueden ofrecer beneficios increíbles en la vida moderna.

No subestimes el impacto que una dieta rica en nutrientes puede tener en tu vida. Al incorporar órganos frescos como el riñón, corazón, mollejas y sesos, así como la yema de huevo, estás optando por una fuente de energía y vitalidad incomparable.

Haz un cambio consciente en tu alimentación y aprovecha al máximo los nutrientes esenciales que estos alimentos pueden ofrecer. Tu cuerpo y mente te lo agradecerán.
¡Empieza hoy mismo a nutrir tu cuerpo con alimentos ancestrales y siente la diferencia!

1- ¿Estoy aprovechando al máximo los nutrientes disponibles en los alimentos que consumo?

2- ¿Cómo podría mejorar mi salud integrando órganos animales en mi dieta?

3- ¿Qué cambios pequeños puedo hacer hoy para incorporar alimentos ricos en colina, omega-3 y vitamina C?

4- ¿Estoy dispuesto a explorar nuevos alimentos que han sido fundamentales para la salud de nuestros antepasados?

5- ¿Qué beneficios podría experimentar al diversificar mi consumo de proteínas más allá de la carne muscular?

6- ¿Qué impacto tendría en mi bienestar físico y mental incluir órganos animales frescos en mis comidas regulares?

7- ¿Estoy consciente de las propiedades nutricionales de los alimentos que elijo?

8- ¿Cómo puedo educarme más sobre los beneficios de los alimentos ancestrales?

9- ¿Estoy listo para hacer cambios conscientes y saludables en mi alimentación para mejorar mi calidad de vida?

Estas preguntas están diseñadas para ayudarte a reflexionar sobre tus hábitos alimenticios y motivarte a tomar decisiones más saludables y nutritivas.

Durante milenios, los alimentos que han proporcionado a los humanos fuerza física, bienestar mental y capacidad reproductiva han sido principalmente los órganos frescos y, con frecuencia, crudos, más que la carne muscular de sus presas.